8M: ‘AFORTUNADA DE TENER PADRES GUERRILLEROS’

8M: ‘AFORTUNADA DE TENER PADRES GUERRILLEROS’

Selva Martínez

Mi vida, se encuentra ya comprometida con este proyecto transformador. Esta vida ha sido mía y desde su inicio ha estado impregnada la esencia del Ejército de Liberación Nacional. Nacer en esta organización ha sido mi más grande golpe de suerte… ahora no me imagino vida sin su compañía.

En esta organización rebelde aprendimos a construir familia y en el marco de esta realidad hemos nacido hijos e hijas repletos de ADN rojo y negro. Ya por ahí vamos bien, afortunada yo de tener padres guerrilleros y de haber sido semilla, que en medio de la guerra florece esperando marchitar solo con el olvido.

Mi infancia estuvo marcada por mucho amor, al estar rodeada de esa clase de personas que podemos considerar de las buenas. Tuve la oportunidad de acompañar a mi madre en sus sacrificios, penas y victorias, sin duda alguna debo nombrar a esa mujer que me sigue construyendo. Ella, tan enamorada y comprometida, con un nivel de honestidad y lealtad digno de guerreras. Ella, a quien le debo la vida y mis acciones. Ella, la que algún día me dijo que me amaba, fría y correcta. Ella es y será mi mayor logro y a la que dedico este escrito.

Una noche cualquiera, 7:00 pm

Mi madre, hermosa guerrillera trabajaba y se esforzaba por cumplir con su responsabilidad de madre y de militante. Me cargaba con ella pues ya habíamos tenido una mala experiencia de separación. Yo estaba pequeña, era algo rezongona y no me gustaba dormir temprano.

Una noche cualquiera hacía viento y yo jugaba imaginándome científica, ya preparándome para irme a acostar, escucho un fuerte golpe en la puerta, seguido por la entrada al lugar de varios hombres armados y con insignias que decían ¡Policía Nacional!

Lo siguiente fue verla siendo maltratada.

El llanto no me acompañó, estaba sorprendida y más allá de la confusión yo solo quería estar en sus brazos. No entendía por qué querían separarme de mi mamá, yo sabía que ella nunca había hecho nada incorrecto ni deshonesto, tiempo después comprendí que su mayor delito fue creer en un mundo nuevo, en paz y con justicia social.

Ella, furiosa e inmovilizadas sus manos, mira a la policía que me llevaba hacia otra patrulla y grita: ¡no se me lleve la niña!, fue otro policía quien permitió que volviera a los brazos de mi madre, dejando que me fuera en el mismo carro con ella. Me recosté sobre sus piernas y empecé a escuchar su susurro diciéndome qué estaba pasando y cómo teníamos que actuar para salir de esa situación. Le entendí perfectamente y así comenzó nuestra separación.

Al llegar al sitio, ella se fue alejando lentamente de mi lado, pero mirando fijamente me di cuenta de que en realidad, No se alejaba, se la llevaban. El llanto definitivamente no me quiso acompañar, se transformó en sentimientos de amor y odio.

La policía junto a los psicólogos procedieron a interrogarme en esos días, fueron varias sesiones, a las cuales a todo respondí con un simple: “no se”. Pero aquí entre nosotros, yo sí sabía.

Al momento de llegar al sitio en donde tienen los niños, me fui dando cuenta del maltrato, por parte de esa institución hacia los niños y niñas, en mi caso como hija de presos políticos. Recuerdo que yo llevaba unos aretes de oro, que mi abuela me había regalado y fue lo primero que me miraron, a los diez segundos ya no tenía aretes. Y así los golpes que no me había dado mi mama, los empecé a recibir por parte de desconocidas, así poco a poco me fui dando cuenta de la existencia de seres humanos con mucha maldad.

Esta soledad que marcó mi niñez, fue la que años después me hizo entender la importancia de la lucha y la necesidad tan inmensa de aún en los momentos más difíciles, no abandonar los procesos de transformación social.

Y así de esta manera germinó una semilla que sigue construyéndose como guerrillera, anhelando llegar a ser algún día una revolucionaria ejemplar. Así como ella.

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