8M: UNA BÚSQUEDA DE MANERAS DE AYUDAR A CAMBIAR EL MUNDO
Magnolia Cañas
Me encontré con el ELN en la universidad. Desde muy joven mi vida estuvo rodeada por un ambiente familiar de sensibilidad social y política, desde un cristianismo popular mezclado con el compromiso obrero.
En la infancia y primera juventud viví una vida comunitaria en un pueblo pequeño religioso y conservador, pero con un sentido de solidaridad y la utopía de luchar contra la injusticia. De lejos se alcanzaban a escuchar los ecos de la revolución en las marchas del primero de mayo y las andanzas de las guerrillas y otras organizaciones revolucionarias.
En esa medida, el encuentro con el ELN es producto de una búsqueda consciente de maneras de ayudar a cambiar el mundo… porque estoy convencida de qué necesita ser cambiado.
La vida universitaria fue por tanto irme haciendo profesional y militante, aprendiendo al participar de la defensa de la educación pública, por los derechos de los sectores populares, de las mujeres, de los jóvenes en las grandes ciudades del país. Ir ampliando la mirada y aportando desde un saber concreto, pero también comprendiendo que la lucha social debía ser acompañada por una lucha más beligerante. Defender la vida me llevó asumir la lucha armada a partir de contar con un espíritu pacífico, he visto que no ha podido ser de otra forma.
Palpamos de cerca la represión, la cárcel y la muerte como respuesta del Estado para quienes en sus territorios defienden sus derechos y los de sus comunidades. La clandestinidad y el trabajo de inserción social fueron mis campamentos, desde aquella temprana época hasta hoy.
He encontrado en este ELN el ejemplo de los viejos y las viejas que nos han formado en la vida cotidiana y en las escuelas, su sensibilidad humana, el sacrificio personal y familiar como una necesidad para que se mantenga viva la resistencia, la rebelión, la revolución como posibilidad de justicia y felicidad para todas y todos.
Aquí he amado, he llorado y encontrado consuelo, hemos construido un proyecto de vida personal y colectiva como mujeres y madres y compañeras, pensando en nuestras hijas, nietas, madres y abuelas, en nuestros hijos y los de los demás.
Mi vida transcurre desde hace un par de décadas ya siendo parte de esta Organización guerrillera, en las ciudades y en los campos. He aprendido a vivir y en los campamentos participando de escuelas, como aprendiz y luego instructora, volviendo siempre a los espacios urbanos para continuar tejiendo…