EL CAPITÁN COLOMBIA Y OTROS HÉROES

EL CAPITÁN COLOMBIA Y OTROS HÉROES

Claudia Julieta Parra

Mi madre dice que no hay que dejar la olla a presión mucho tiempo sin sacarle el vapor porque se explota; Colombia es una olla a presión que durante décadas ha estado al fuego, en esta ocasión en vez de abrir la válvula le subieron al fuego y desde luego explotó.

Son las 5:30 am de un viernes frío con amenaza de lluvia, como casi siempre pasa en Bogotá, por fortuna el aroma penetrante de una taza de café me inyecta la primera dosis de adrenalina del día, no es un día cualquiera, ¡hoy es día de lucha!, ¡hoy es día de marcha!, hoy está programada una nueva jornada de movilización dentro del Paro Nacional.

Mientras disfruto mi café doy play al estéreo, calzo mis botas y empiezo a alistar mi kit de supervivencia con agua, vinagre, pañoleta, ropa extra y un gas pimienta que compre en el San Andresito, medida de protección indispensable ante los vándalos de negro –Esmad– y los de verde –Tombos [*]–, que no respetan la movilización, solo disparan y golpean sin importar si eres niña, mujer, anciana, porque para ellos pensar está proscrito y su lenguaje se llama violencia de Estado.

Tras romper mi apatía por las marchas y movilizaciones populares, siempre me he vinculado a la concentración del Parque Nacional y desde allí he apuntado mi brújula hacia la Plaza de Bolívar, pero en esta ocasión el rumbo fue otro, Pochi y yo trazábamos nuestra ruta con miras a Los Héroes, un viejo monumento olvidado ubicado en la calle 80, erigido en honor de los Héroes caídos en la lucha de Independencia del imperio español.

Los Héroes ya no es un monumento sombrío y lúgubre, ahora viste de color, tiene un nuevo significado con el homenaje a las 6.402 víctimas de Falsos Positivos, y es el punto de reunión y algarabía de miles de jóvenes descontentos con el mal Gobierno, ansiosos de construir un país distinto.

En Los Héroes yo no veía vándalos, tampoco guerrilleros vestidos de civil, ni mucho menos “Gente de Bien”, habían madres, hijos, jóvenes, estaba una síntesis de Colombia con todos sus matices y colores; pese a la algarabía había dolor y rabia contenida, tan solo habían pasado unas horas desde que nos habíamos enterado que Alison una adolescente de 17 años de Popayán, no soportó la indignación y humillación a que la sometió el Esmad y tras escribir una carta que se convierte en hoja de ruta  -como los legendarios Ronin-, se quitó la vida.

La sola cercanía de los asesinos de Alison enrarecía el ambiente, es difícil sostener la calma cuando tienes el asesino en frente, cuando el victimario no admite la culpa y empieza a hostigarte; mientras el grupo de gente indignada crecía, a la vez llegaban más tombos y como siempre empezaban a hostigar, trataban de disuadirnos y atemorizarnos golpeando sus macanas contra los escudos; pero en el aire había muchos aromas de ira, indignación, desprecio, repudio, había muchas sensaciones, de todo menos miedo.

En medio del caos y la adrenalina de miles gritando y exigiendo cambios, a los lejos del tumulto la figura de una señora ya entrada en los 60 llamó mi atención, al acercarme la señora de aspecto dulce, con vestido largo y andar cansado balbuceaba nuestras arengas y empujaba un viejo coche de bebé, pero sin bebé que contenía muchos cigarrillos, papas, café, dulces y otros manjares.

Me dijo que se llamaba Carmen, una adulta mayor que pese a su edad trabajaba como vendedora ambulante, conversé con ella un rato y quizás de manera imprudente le pregunté ¿qué hace aquí?, vea que los tombos la pueden lastimar, esos tipos no respetan y no les importa golpearla o asfixiarla con los gases.

– Mija, gracias al Paro volví a tener trabajo, tenía tiempos de no poder vender ni un Tumix y claro sin vender la panza ruge; estos días he podido vender y hacerme unos pesitos, pero no solo vendo también los apoyo, este HP Gobierno nos tiene jodidos, solo ayuda a los ricos y a los pobres ya ni siquiera nos deja trabajar.

No sé si el hambre o el orgullo de ver la valentía de una mujer de su edad, me impulsó a tratar de comprarle lo que más pudiera, le dejé el gas pimienta para que se defienda, yo trataba de ayudar a Carmensita pero creo que ella me ayudo a mí, ¡quién carajos va a desfallecer o ha dejar de luchar, si hay héroes como Carmensita quien ‘con el almanaque a cuestas’ siguen luchando!

Regresé al grueso de la manifestación con más ganas con las que llegué, mis gritos e ímpetu se fortalecieron, hoy no hubo tropel éramos tantos que los vándalos de negro de acobardaron y se tornaron difusos entre gritos y aromas de libertad.

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[*] Tombo es un Policía.

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