HAMBRE CRÓNICA
Damaris Izaguirre
La desigualdad y el hambre campea por todo el territorio desde hace más de dos centurias y su mitigación fue uno de los pilares de la campaña de Petro, sin embargo, estos dos padecimientos durante este Gobierno se han incrementado.
La esencia del capitalismo es la acumulación de la riqueza en un reducido grupo poblacional, lo que constantemente incrementa la desigualdad y sume a miles en la pobreza; estos dos factores esparcen el hambre a millones de colombianos, en su gran mayoría habitantes de la Colombia profunda. Según la FAO a nivel mundial 690 millones de personas padecen hambre crónica y 860 millones la padecerán en 2030, por su parte en 2023 el 54,2 por ciento de los hogares colombianos padecen inseguridad alimentaria.
La inseguridad alimentaria se está convirtiendo en una bomba de tiempo que afecta con mayor fuerza a Latinoamérica y Colombia no es la excepción, aunque algunos voceros de los grandes emporios atribuyen su incremento a la pandemia, la guerra en ucrania y otros fenómenos globales, en realidad es el sistema capitalista el directo responsable y en buena parte los Estados, que son incapaces de romper con el modelo e implantar medidas que mitiguen el hambre y redistribuyan la riqueza de una manera más equitativa; por el contrario, sus políticas y directrices administrativas no son otra cosa que paliativos asistencialistas que a toda costa defienden y protegen el statu quo.
El Estallido Social dio un mandato contundente al Gobierno de Petro: romper con el régimen y la politiquería tradicional que lo sostiene, y desarrollar políticas que generen cambios estructurales, para favorecer a Los Nadie y las poblaciones excluidas; sin embargo, el Gobierno continúa haciendo alianzas con los politiqueros tradicionales y el régimen al que representan, bajo el supuesto de tener una gobernabilidad que nunca ha existido, pues sus “aliados” se siguen oponiendo a las reformas legislativas planteadas.
Lo que se demuestra es que las transformaciones estructurales no vendrán de manos de ningún Gobierno, porque están más comprometidos en la protección del statu quo que en cambiarlo, por lo tanto, el protagonismo revolucionario está en las manos de la clase popular, de los excluidos y de quienes pese a tener privilegios empatizan con la causa popular.