GORGONA: SIN CONSULTA, SIN PAZ Y SIN SOBERANÍA

Comandante Antonio García

No gratos pasajes ha tenido esa isla, la historia registra que fue regalada por Simón Bolívar al Sargento Mayor Federico D’Croz, de la Legión Británica, por su participación en la Batalla del Pantano de Vargas. La familia D´Croz viviría en la Isla hasta 1960, tiempo en el que el gobierno de Alberto Lleras Camargo (1958 – 1962) apropió la Isla para convertirla en una Prisión de alta seguridad, allá estuvieron recluidos los «presos más peligrosos», desde luego varios guerrilleros revolucionarios. En 1984 el gobierno de Belisario Betancur cerró la prisión para convertirla en Parque Natural, que poco funcionó. Cuando aún funcionaba la prisión, en temporadas de lluvia las serpientes eran arrastradas por las corrientes de las aguas.

En este tiempo el Gobierno anunció que haría efectiva la construcción de una Base Militar en el Parque Nacional Natural Gorgona, un lugar que entre la selva y el mar comprende ecosistemas estratégicos, vitales para gran parte de la fauna que habita en el Océano Pacífico.

De entrada esto plantea una contradicción evidente, pues poco sentido tendría la construcción de obras en un espacio de tal importancia medioambiental. Pero además, como si eso fuera poco, esta Base Militar ha sido un proyecto impulsado por Estados Unidos desde 2015, cuando iniciaron los trámites para otorgarle la licencia ambiental. Es decir, en pleno gobierno de Santos. 

El proyecto consistiría en la construcción de una estación de guardacostas, un muelle y la instalación de un radar de vigilancia. Y aunque esta infraestructura poco tiene que ver con la preservación de la naturaleza del lugar, el gobierno ha manejado un discurso solapado, asegurando que en la base se realizarán labores de investigación y de protección del ecosistema. Dicen las gentes de esos territorios y quienes conocen esta realidad, que no es cierto que exista pesca ilegal a gran escala por parte de barcos chinos u otros. 

Esta noticia deja «mal parqueado» al gobierno, que en su discurso habla de paz y de inclusión de los territorios en la construcción de la misma, pero avanza con la instalación de una Base Militar estadounidense en un territorio santuario de biodiversidad y vida. Las comunidades de ese territorio se preguntan, ¿cómo puede entenderse un proyecto que desde el principio se hizo a espaldas de la comunidad?, ¿dónde quedan la consulta previa y la participación de la gente? 

Existe información rondando desde ese tiempo, 2015, señalando que la Policía y la Armada realizaron un auto-atentado para justificar la intervención militar, muy seguramente con asesoría estadounidense. ‘Cuando el mar de Gorgona suena, injerencia militarista lleva’. 

Si bien se ha intentado hacer creer a la opinión que la Base no tendría objetivos de vigilancia, sino principalmente de «preservación de la biodiversidad», el comandante de Guardacostas de la Armada dijo hace unos días que, como guardacostas sí realizan una labor de policía. Pese a que dijo que no desarrollarían «actividades militares pesadas» en la isla, sí se refirió a sí mismos como «los policías del mar». 

El intervencionismo en términos políticos y militares por parte de los gringos ha traído distintas consecuencias para los colombianos: 

La política antidrogas en los últimos años ha dejado campesinos muertos; la Doctrina del Enemigo Interno con las prácticas sistemáticas de violaciones de Derechos Humanos ha dejado un mosaico de muertes, torturas, desaparecidos y presos. Además de las violaciones de menores en las que han estado implicado militares estadounidenses, como el acontecido hace poco en San José del Guaviare. 

Por otro lado, la construcción de esa «subestación de guardacostas», como la ha llamado el gobierno, plantea también serias reflexiones, frente al papel de Colombia en la construcción de una paz regional en el continente, más allá del discurso.

El proyecto en gran parte financiado por Estados Unidos, está articulado a una proyección militar mucho más amplia, que comprende la instalación de otras Bases en Galápagos (Ecuador), Isla del Coco (Costa Rica), Isla de Coiba (Panamá), según un documento del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Es decir, un control militar de una gran franja marina en el Pacífico.

En el diseño de una política de paz este Gobierno sigue gravitando alrededor de proyectos y prácticas militares funcionales a los planes militares de los gringos, así sea invitando de manera disfrazada a cuidar la Amazonía.

La voluntad de paz es también consultar y escuchar los deseos de las comunidades, a nadie se le ocurre que los esfuerzos por la paz, tengan que ver con subastar la soberanía colombiana, con la construcción de una Base Militar que está articulada a las lógicas de seguridad y defensa, dentro de la lógica imperialista para el continente.

Como puede verse, mientras las aguas de los arroyos y caños arrastran las serpientes naturales hacia aguas más profundas, el poder transnacional mundial ocupa la isla con otro tipo de serpientes, de verdad, serpientes, no de las que protegen, sino que destruyen.

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