LUCHADORAS MILENARIAS
Damaris Izaguirre
La discriminación y segregación a la que el sistema nos ha sometido milenariamente, no debe ser respondida con nuestro aislamiento político y social, sin pretender desarrollar nuestras gestas solas, porque antes de una lucha de género, las mujeres y la sociedad enfrentamos una lucha de clases.
El sistema se ha caracterizado por segregar y excluir a las mujeres y esto se hace más intenso o lo sufren con más fuerza las mujeres en condición de pobreza o pertenecientes a grupos minoritarios, que terminan siendo revictimizadas por el sistema. Sin embargo, las mujeres históricamente se han sobrepuesto a esta exclusión, al luchar por las reivindicaciones sociales y los derechos propios de su condición de género; además, con firmeza se han empoderado en la lucha popular y social, hasta el punto de convertirse en sujetos políticos determinantes y representativos de las luchas de los pueblos; en un escenario cercano la prueba fehaciente de su preponderancia, fue la multitudinaria participación de nosotras durante el Estallido Social de 2021, donde ejercimos diferentes roles de gran envergadura.
Sin dejar a un lado el papel de la mujer en la lucha social, no se puede dejar a un lado que debemos continuar luchando por el restablecimiento de derechos y la construcción de equidad de género, sin caer en los sincretismos del feminismo radical, en el entendido que nuestras luchas, como todas, se enriquecen cuando permitimos la participación del otro, aun cuando tengamos diferencias físicas o ideológicas, por tanto es vital e importante aplicar la teoría camilista, ‘de dejar a un lado lo que nos separa y centrarnos en lo que nos une’; en otras palabras, no convertir nuestras luchas en fustigamiento y condena de los hombres, sino verlos como compañeros de lucha, apoyos significativos en las gestas necesarias, para alcanzar la equidad de género y de clase.
Las mujeres no podemos hacer ‘oídos sordos’ a los planteamientos de la escritora Gloria Steinem, cuando afirmó que, “una persona feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y la plena humanidad en mujeres y hombres”; marcando así el camino del deber ser de las luchas feministas, entendidas no como una guerra entre sexos, sino como una lucha mancomunada, donde es bienvenido todo aquel que se preocupe por la equidad y el restablecimiento de nuestros derechos.