Nicolás Rodríguez Bautista
Aún quedaban vivos recuerdos de la Operación Anorí de 1973, que dejó en alto la heroicidad de la columna guerrillera del Ejército de Liberación Nacional, que allí sacrificó su vida por la libertad de Colombia.
Observando la cadena montañosa de una de las sierras más altas, el sol sobre el río Cauca se convierte en un espejo alargado y zigzagueante, que llega al alma e invita a la serenidad y a las inspiraciones.
– Allá abajo queda Caucacia, me dijo Lucho Gallo, señalando el norte y en este frente está El Nudo de Paramillo, me dijo, señalando el Occidente y en medio del río y la cordillera, prosiguió, está la quebrada La Barrigona donde están los tres compañeros que le digo, que quedaron abandonados cuando la crisis del Ejército Popular de Liberación (EPL).
En estos tres años, pensé, tenemos que volver realidad los sueños de los Comandantes Manuel y Antonio Vásquez, de colocar parte de la guerrilla del ELN sobre la cordillera Occidental, que desde acá se aprecia majestuosa y desafiante.
En 1978 entre el río Cauca y el Nudo de Paramillo, el mismo Lucho Gallo me presentó con visible alegría a Saúl Ladino a quien desde entonces le dimos el nombre de Gustavo.
Tenía 37 años, bondadoso y humanista, con un increíble espíritu de trabajo y una fraternidad que le asomaba en su sonrisa y en cada gesto.
Hablaba pausado y en tono bajo, agradaba la atención que prestaba a sus interlocutores para aprender de ellos, además de enseñar con su ejemplo. Y como todo el que es bueno y transparente es ingenuo, Saúl tenía en ello su principal defecto.
De un metro con 70 de estatura, su cara ancha trigueña hace inconfundible que era un curtido campesino, que a los 35 años emigró de Norcasia, Caldas su natal terruño, el que abandonó por la violencia y la pobreza; llegó al Bajo Cauca de Antioquia en 1973, donde se hizo miliciano del EPL y luego guerrillero eleno.
Saúl se movía en este terreno “como pez en el agua” y junto con Lucho Gallo y Jaime, en 4 meses de trabajo político entre las comunidades le dieron la consistencia de una base de apoyo, que nos permitió hacer en 1978, la Primera Reunión Nacional de Responsables de los Frentes rurales y urbanos del ELN, que posibilitó reagrupar las fuerzas elenas y abrir nuevas perspectivas de lucha y rebeldía, por medio de planes para solidificar la conducción y extender nuestras fuerzas al resto del país, objetivo logrado al comienzo de la década de los 80.
La Dirección Nacional recién conformada creó en esta zona una estructura de Seguridad, Apoyo y Servicios, para garantizar sus actividades de conducción regional y nacional, y de su Dirección hizo parte Saúl.

En 1978, decidimos el Comandante Manuel Pérez y yo, visitar la Dirección del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), en su retaguardia del sur del Departamento de Córdoba, travesía en la que Saúl nos sirvió de baquiano.
Cuando estaba llegando el final de esta misión, en las orillas del río San Jorge, un intenso dolor en el vientre lo tiró a la cama, la prueba que le hicimos resultó positiva para apendicitis.
Le expliqué que la única solución era embarcarse río abajo como un campesino más, acompañado de un poblador amigo, quien lo llevaría pero que además le aplicaría la dosis recomendada de antibióticos, que encontré en uno de mis libros de cabecera: “Donde no hay doctor”, para que aguantara la infección hasta que lo operaran.
En una hamaca lo llevamos hasta la orilla del río, lo embarcamos en una balsa construida con el tronco de una Palma Barrigona y 24 horas después, soportando los dolores y superando los retenes militares, Saúl llegó al Puesto de Policía de San José de Uré, descansó tres horas, luego prosiguió su viaje hasta llegar a la Clínica Magdalena de Cartagena, donde fue intervenido quirúrgicamente; “se salvó de milagro” le dijo el cirujano, de quien Saúl dijo que le debía la vida.
Una semana después la fiebre superaba los 40 grados y un dolor insoportable lo mortificaba, empezó a delirar, la segunda operación confirmó la presencia de una gasa que le habían dejado en la región operada, otra vez le dije que “se salvó de milagro”.
– Ahora tengo compañera, me dijo cuando aún estaba convaleciente, le di mis felicitaciones porque siempre había vivido muy solo, algo común en la mayoría de los guerrilleros, debido a nuestra condición de guerreros en constante movilidad.
– Ella es una de las monjas que me recibió en Cartagena y como es enfermera participó en mis dos cirugías, me confidenció en un tono más tenue del que acostumbraba.
Una vez se alivió, Saúl regresó a la guerrilla rural y organizamos para que su “ángel de la guarda” lo visitara y de paso realizara jornadas de salud con las comunidades campesinas.
En 1983 en la vereda El Descanso, entre los municipios de Caucasia y El Bagre, una patrulla del Ejército secuestró una familia campesina dentro de su misma casa y cuando Saúl pasaba por allí para asistir a una reunión con las comunidades lo asesinaron; no hubo combate, iba solo y vestido de civil. Un vecino por ganarse unas miserables monedas había informado de su presencia a los militares que lo asesinaron. Su “ángel de la guarda” hizo el levantamiento