Raúl Contreras
El Ciclo de ultraderecha que hace unos años se impuso en el continente, en el 2019 ha empezado su declive y ha empezado a tomar una dirección favorables para la democracia, justicia social y la soberanía.
El modelo neoliberal implantado en América Latina ha vuelto ha hacer crisis; asistimos a un estallido social de grandes proporciones en varios países que se laza en contra de los Gobiernos de ultraderecha incondicionales a la política estadounidense.
En el pasado mes de octubre con pocos días de diferencia hizo erupción la inconformidad social en Ecuador, Haití y Chile; meses atrás había ocurrido lo mismo en Argentina, siendo canalizado este 27 de octubre con el triunfo electoral de Alberto Fernández y la derrota de Macri. En estos estallidos sociales hay un común denominador, rechazo frontal al neoliberalismo, la corrupción y a la sujeción al capital transnacional.
El tope de las movilizaciones
Chile entró en la tercera semana de inmensas movilizaciones en toda la nación, las más grandes y prolongadas desde el Golpe de Estado de la CIA y Pinochet, en 1973; algo sorpresivo en el país del culto al mercado y a la total individualización de la sociedad; sin embargo, las angustias del endeudamiento mes a mes acorralan a la mayoría de las familias, lo que acrecienta las desigualdades sociales y acumula motivos para el estallido social.
El pueblo chileno ha despertado, esta reclamando el cambio de modelo y de la Constitución heredada de la dictadura; rechaza los cambios cosméticos y pequeñas reivindicaciones. La Mesa de Unidad Social y las fuerzas de carácter más popular exigen una Asamblea Constituyente, que se esta desarrollado desde la base, a través de centenares de Cabildos y Asambleas territoriales.
La represión chilena se ha vuelto a mostrar en toda su crudeza, reviviendo los momentos del Golpe de Estado de 1973 y las épocas de la dictadura; el Ejército y los tanques en la calle reprimen de la manera más brutal, el Estado de Excepción, el toque de queda y el tratamiento de guerra que le dan a la movilización popular, no ha logrado aplastar el movimiento, la insatisfacción represada durante años es más fuerte que los métodos violentos del Estado chileno.
El desgaste del ciclo de ultraderecha
Hay un cambio geopolítico en el continente, que ocasiona que el continente marche en otra dirección, así lo indican los estallidos sociales en Ecuador, Chile y Haití; además, del ascenso de Gobiernos progresistas, como ocurrió el año pasado en México con el triunfo de López Obrador y ahora con el Frente de Todos en Argentina.
Perú atraviesa una situación de crisis política y de agitación social, que no se sabe donde puede terminar. En Colombia el Gobierno de Duque tiene cada vez más dificultades y no logra la fortaleza que tuvo la ultraderecha en años pasados, cuando los Gobiernos de Uribe (2002-2010). En Brasil se mantienen el movimiento social y la oposición, y hay un rechazo en ascenso al Gobierno de Bolsonaro y a sus políticas neoliberales.
Los Gobiernos que han tomado distancia frente a los Estados Unidos han logrado sobrevivir, a pesar de la implacable ofensiva que contra ellos se ha desatado desde la Casa Blanca y las oligarquías de la región, siendo los casos más agudos los de Cuba y Venezuela.
Bolivia está sorteando una crisis política, derivada de los intentos de desestabilización de la ultraderecha y EEUU, que quieren desconocer los resultados electorales que le dan el triunfo a Evo Morales en la primera vuelta. En Uruguay el Frente Amplio ganó en la primera vuelta presidencial, pero habrá una segunda el 24 de Noviembre, para la que se ha unificado toda la derecha.
El 2019 esta alumbrando una región convulsionada y de cambios, en la que el ciclo de ultraderecha tiende a hacer agua, que puede abrir nuevos rumbos de soberanía y democratización.