Ramona Agudelo

Las Guerras, las catástrofes climáticas y la recesión económica mundial, van conduciendo la civilización capitalista a una fase terminal, afectada no solo por el factor tiempo, sino por la determinación de la lucha de los pueblos por su liberación definitiva.

“El viejo mundo no termina de morir y el nuevo mundo no termina de nacer”. Antonio Gramsci

La coyuntura mundial está enmarcada por la Guerra entre el Occidente encabezado por Estados Unidos (EEUU), Europa y su brazo bélico la Otan, contra potencias de Eurasia como la Federación Rusa, que se libra en territorio de Ucrania, conflicto que se extiende con posibilidades de terminar en una Guerra nuclear de consecuencias catastróficas para la humanidad y toda especie de vida sobre el planeta.

En el flanco financiero, el Banco Central de EEUU para compensar pérdidas y ganancias, eleva las tasas de interés a sus créditos bancarios, causando la devaluación automática de todas las monedas con respecto al Dólar, el encarecimiento de las mercancías producidas en norteamérica, el aumento brutal de la inflación y la parálisis de la producción, fenómenos que desembocan en la actual recesión económica que sufre todo el planeta.

La descohesionada Unión Europea, el Reino Unido, Australia, Corea del Sur y Japón se ven obligados por EEUU a involucrarse en la Guerra aportando dinero, armas y agregando sanciones contra Rusia, tensionando de esa manera la agudización de la crisis global.

Las sanciones contra Rusia repercuten contra la economía de los países capitalistas de Occidente, quienes además, padecen un grave desabastecimiento energético, alimentario y de desindustrialización, que los lleva hacia una mayor dependencia de los EEUU.

En reacción se fortalece la alianza entre China, Rusia e Irán, se amplían los acuerdos económicos de los BRICS+ y crecen los socios de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), como alianzas que expresan un sentimiento de solidaridad por un mundo multipolar, contrario a los intereses hegemónicos de los EEUU.

En este “río revuelto” quien mejor se ha beneficiado es el oportunista “pescador” gringo -léase EEUU-, quien ha logrado impulsar con muchos bríos su industria armamentista, sus comunicaciones, su logística de Guerra, sus empresas de mercenarios, al igual que el monopolio de las cadenas de alimentos e insumos agrícolas.

Como “efecto dominó” se han profundizado 63 Guerras en igual número de países, entre las más destacadas por sus letales consecuencias están las de Afganistán, Irak, Palestina, Sahara Occidental, Yemen, Kurdistán, Mali, Libia, etc. Todos en la lógica de reordenamiento de la hegemonía mundial, incluyendo China que al sentir su integridad territorial amenazada con los intentos de separación de Taiwán, se ve obligada a agilizar sus avances armamentísticos y mostrarlos de forma disuasiva.

La crisis global amenaza con fragmentar la Unión Europea, desmembrar el Reino Unido, debilitar el liderazgo global de Alemania e incrementa el descontento social producto de la guerra económica contra Rusia. En la medida que los EEUU van perdiendo su hegemonía imperial con la aparición de un mundo multipolar encabezado por China y Rusia, Europa cada día se vuelve más dependiente de los designios del imperio en decadencia, dando la impresión de ser una colonia estadounidense.

Esta es una oportunidad especial para que los revolucionarios junto a sus pueblos aprovechen la encrucijada para lanzar propuestas comunes que visualicen alternativas anti capitalistas, como salidas al viejo sistema que degrada la vida en el planeta.

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