CAMBIO DE GOBIERNO, PERO NO DE POLÍTICA ECONÓMICA

Chavela Villamil

El modelo capitalista neoliberal monopoliza los medios de producción y las utilidades en un reducido grupo social, lo que incrementa los índices de pobreza y desigualdad, incubando una crisis de sistema que conlleva la desaceleración de las economías, en especial las latinoamericanas.

Las elecciones presidenciales de 2022 permitieron la instalación de un Gobierno de corte progresista, sin embargo, aunque posee matices como la transición energética y una Reforma Tributaria más equitativa que las anteriores, es continuista de las políticas neoliberales que han sido instaladas por los anteriores Gobiernos, lo que ha significado políticas encaminadas a favorecer un reducido sector económico y que sus privilegios sean sostenidos por el grueso de la población. 

El Gobierno entrante recibió un Déficit Fiscal que asciende a 83 billones de Pesos -9,8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)-, a esto se aúna la inflación que llegó en noviembre a 12,53 por ciento, además existe una disminución considerable del Margen de Endeudamiento que actualmente asciende a 70,8 por ciento, cuando el máximo posible es de 72,2 por ciento. Por ende, obliga al Gobierno la mesura en el Casto Corriente y una buena administración de los recursos captados.

La inflación y el empleo informal exacerban la crisis

En el 2021 la inflación cerro en 5,6 por ciento y en el transcurso del año anterior se incrementó en 123,75 por ciento llegando este indicador económico en noviembre a 12,53 por ciento; este desmesurado incremento llevó al Banco Central a incrementar constantemente la Tasa de Interés (TI), llevándola en diciembre a 11,0 por ciento, lo que equivale a un incremento anual del 175 por ciento, desde luego esto repercute en la Tasa de Usura (TU) que pasó de estár en diciembre del año pasado en 26,19 por ciento a cerrar este año en 58,3 por ciento.

El año anterior estuvo marcado por la fuerte ola incremental que sufrió el dólar, lo cual repercute directamente en la devaluación de la Divisa Nacional; por supuesto, esto tiene impacto directo en el Costo de Vida toda vez que aumenta el valor de los productos terminados y las materias primas importadas.

La vulnerabilidad de la divisa nacional se debe en gran medida a que nuestra Deuda Externa (DE) es una de las más altas en América Latina, además, el déficit de la balanza comercial ha persistido durante la última década, en el tercer trimestre de este año llegó a 4.168 millones de Dólares [1].

La depreciación del Peso tiene implicaciones nefastas sobre nuestra economía, ya que determina en gran medida la oscilación de la inflación, al tener afectaciones directas sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el Índice de Precios al Productor (IPP), afectando principalmente cuatro grandes grupos de productos: alimentos básicos, energía eléctrica, combustibles y prendas de vestir; cabe recordar que el 35 por ciento de los bienes que consumimos son importados, y el 55 por ciento de los bienes de producción nacional requieren materias primas, insumos o partes que son importadas.

Deuda Externa sin techo

Según el Banco de la República a corte del primer semestre el monto de la Deuda Externa (DE) ascendía a 176.098 millones de Dólares, lo que equivale al 50,7 por ciento del PIB, en otras palabras, por cada 10.000 Pesos que produce el país, se destinan 5.070 Pesos a amortizar DE, lo que la convierte en un pasivo oneroso que asfixia el PIB y una de las principales responsables del aumento constante del Déficit Fiscal.

Es urgente romper la lógica antifinanciera de una DE a la que solo se logra amortizar los intereses pero la deuda de capital sigue intacta; esto nos deja solo tres posibles alternativas: 1) podemos declararnos insolventes y negarnos al pago lo que traería serias repercusiones macroeconómicas, 2) renegociar el pago y de esta manera aliviar la carga sobre el PIB para mejorar el desarrollo productivo y la capacidad de pago, 3) congelar el presupuesto destinado a este pasivo o reducir el monto destinado al pago del mismo.

Nuevos paradigmas para el Gasto Corriente

Cualquier política económica es inocua si no se rompe la lógica antifinanciera de reducir presupuesto a la inversión social para subsanar medianamente la DE, este pasivo debe ser congelado y renegociado con la Banca Multilateral de lo contrario asfixiará el PIB y nos obligará a la venta de bienes públicos; además se requiere un cambio urgente en el modelo económico, que se centre en fortalecer y desarrollar la producción nacional y aumentar el poder adquisitivo per cápita.

El principal reto que tiene el nuevo Gobierno es incrementar el Gasto Social para así mejorar la Calidad de Vida de la población, a la vez que debe disminuir la brecha de Pobreza Monetaria y Pobreza Extrema, para lo cual requiere una gran cantidad de recursos y el Estado solo capta masa monetaria por vía tributaria, utilidades de activos y exportaciones, por ende, lo obliga a no caer en gastos suntuarios y a realizar una disminución del Gasto Corriente en harás de incrementar el Gasto Social sin aumentar el déficit fiscal.

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[1] En Colombia el déficit de la balanza comercial alcanzó los US$4.168 millones. Valora Analitik, 19-11-2022.

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